SÁBADO, 27 de abril 2024

SÁB, 27/4/2024

OPINIÓN

Quien siembra vientos recoge tempestades

Quien siembra vientos recoge tempestades

Quien siembra vientos recoge tempestades

Luis Miguel Ferrer Mayayo - 15-11-2022 - 10:53 H - min.

Profesor de Integración de rumiantes. Facultad de Veterinaria – Universidad de Zaragoza

La pasada semana, al repasar las noticias de Animal’s Heath, me llamó la atención un titular: ‘Las estudiantes de Veterinaria sienten que no encajan en la ganadería’. La noticia me resultaba curiosa por ser frontalmente contraria a lo que yo estoy viviendo. El artículo se hacía eco de una encuesta y afirmaba: “Un estudio ha revelado que las mujeres, los grupos étnicos marginales y los de origen urbano que estudian veterinaria se sienten menos capaces de trabajar en ganadería” y seguidamente, una foto de una veterinaria del Reino Unido auscultando a un ternero y el pie de foto decía: “Las estudiantes de Veterinaria no se ven capaces de trabajar en el sector ganadero.”

El tema me pareció interesante y decidí leer el texto y analizarlo en profundidad. Es cierto, tal y como manifiesta el artículo, que la contratación de veterinarios rurales en general, no solamente veterinarias, en Europa y en muchas partes del mundo (especialmente en los países ricos) es cada vez más difícil y ha llamado la atención de los gobiernos, aunque no han solucionado el problema.

En algunos países cercanos, se hablaba de desiertos veterinarios, ya que cuando no había veterinarios que quisieran ir a trabajar, desaparecían los servicios, los ganaderos quedaban desatendidos, cerraban explotaciones y se vaciaban esas zonas, generalmente marginales, económicamente hablando, pero muy ricas en ecosistemas y biodiversidad.

Se han hecho encuestas de todo tipo y en varios países, pero a la que alude el artículo es una encuesta online del Reino Unido y la República de Irlanda, publicada en The Veterinary Record.

Hay que pensar que en el Reino Unido llevan décadas con ese problema y han tenido que contratar veterinarios extranjeros, muchísimos de ellos españoles, para poder tener un servicio sanitario en mataderos y en muchas zonas marginales.

El veterinario británico ha sido clínico, atendiendo diferentes especies animales, pero menos orientado hacia la producción animal y la bromatología. Además, la actividad clínica le ha permitido contar con un estatus económico bastante satisfactorio y una buena consideración social.

El problema es llevar profesionales a zonas rurales para trabajar en ganadería con todos los condicionantes de aislamiento, malas comunicaciones y peor remuneración que en las zonas urbanas. Esto precisa preparar a los futuros veterinarios en ese tema y, como reconoce la encuesta, la mayor parte de las facultades estaban formando veterinarios de animales de compañía y caballos de lujo.

Hay que añadir que el bienestar animal, entendido por los británicos, y ahora por muchos españoles, es el de mascota humanizada y trasladado posteriormente a los animales de abasto. Algunos de ellos exponían en sus encuestas que no podían, por motivos éticos, ser veterinarios de animales que se deben sacrificar para poder dar de comer a la población. Eso no son veterinarios, aunque tengan el título, tienen una visión sesgada y contraria a lo que promulgaba la OMS diciendo que, en primer lugar, los veterinarios somos los garantes de proporcionar alimento en cantidad suficiente y de calidad para dar de comer a la población humana.

Con esta premisa se cumpliría lo que decía Louis Pasteur “la medicina cura al hombre, la veterinaria cura a la humanidad”. Estas ideas de bienestar animal, malinterpretadas y unidas a una baja formación en animales de granja, la despoblación del mundo rural y precios a la baja ha hecho que no tengan veterinarios ni para cubrir las necesidades mínimas de su país.

En muchas partes de España el problema es similar. Nuestras facultades hacen aguas en la formación en animales de abasto y se sigue invirtiendo y favoreciendo la formación en animales de compañía. Se aplica una legislación de bienestar animal que hace más aguas que el sistema educativo y se hacen encuestas sobre trabajo en el mundo rural a gente que no sabe qué es, excepto para ir de vacaciones o en plan dominguero. Sin ir más lejos, eso pasa también en mi Facultad.

No obstante, nuestros estudiantes, o al menos un buen grupo de ellos, no tienen ese problema y encuentran trabajo en el mundo rural como una alternativa más a sus estudios. ¿Por qué pasa esto en Zaragoza? Muy fácil, les enseñamos a confiar en ellos, les damos una visión positiva de los animales de abasto y del mundo rural.

Esto no se ha hecho en cuatro días, con unas encuestas y unos Reales Decretos. Es una labor de “apostolado” y mucho trabajo.

EL SERVICIO CLÍNICO DE RUMIANTES DE LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA

Un grupo de profesores de la antigua asignatura de Patología Medica, que estábamos dando las clases y prácticas de animales de abasto, estábamos insatisfechos con el sistema educativo y con lo que nos ponía a nuestro alcance para dar esta docencia. Poco a poco y paso a paso decidimos cambiar el sistema y se comenzó por dar más prácticas con animales de abasto, no más prácticas de animales de abasto sino con ellos.

Utilizamos las ovejas como animal de prácticas. Es un animal dócil, de un peso moderado, come raciones más baratas que los perros y no muerde ni araña al estudiante. Este cambio se plasmó en un artículo: 'A novel educational approach: Using sheep as a model in teaching veterinary pathology' publicado en Small Ruminant Research, (Volume 110, Issues 2–3, March 2013, Pages 133-137). Con este cambio, los estudiantes, aprenden a manejar rumiantes, sin problemas derivados de su sexo o de su fuerza. Con la oveja se atreven todos.

Años más tarde, se diseñó y puso en marcha, junto con los clínicos de campo y los colegios de veterinarios de la zona, un servicio clínico de rumiantes (SCRUM). Solamente se reciben animales correctamente identificados y remitidos por un veterinario responsable, con lo cual no competimos con el veterinario que está trabajando.

Además, con la ayuda de más de cuarenta entidades, financiamos el servicio clínico y lo ofrecemos gratis, de forma altruista. Esto ha hecho que tengamos entre 400 y 600 casos clínicos cada año, pero ¿quién maneja todo esto? Muy fácil, los estudiantes, con nuestra ayuda y dirección.

Los estudiantes hacen las fichas de anamnesis, alimentan a todos los que no comen normalmente, crían terneros mamones que recibimos enfermos, corderos sin madre o de sin leche, realizan analíticas, proponen diagnósticos diferenciales y tratamientos. Hacen y siguen los tratamientos con la veterinaria responsable de la nave docente, asisten a las necropsias, toman muestras e interpretan los resultados. Todo lo hacen ellos porque el aprendizaje llega a través de las experiencias y en este servicio se dan las condiciones idóneas para ello. Los estudiantes no trabajan de forma individual sino en equipo, porque es más fácil hacer un esfuerzo para resolver un problema como miembro de un grupo que como individuo en solitario.

El aprendizaje no termina ahí, además, los alumnos del SCRUM tienen que preparar los casos clínicos y exponerlos ante sus compañeros y profesores, deben defender los casos en los colegios de veterinarios colaboradores (Zaragoza, Huesca, Teruel y Navarra) o en las ferias comarcales que los colegios decidan. Deben asistir y defender comunicaciones en congresos nacionales o internacionales y preparar publicaciones para revistas nacionales o incluidas en el JCR. Es preciso que el alumno no se autolimite o se esconda detrás del término estudiante, sino que asuma la responsabilidad de comunicar lo que conoce, porque ha trabajado en el caso, ha vivido la experiencia.

¿Cuántos se necesitan para llevar este servicio clínico? Comenzamos hace años con una alumna y, en estos momentos tenemos 33 estudiantes implicados de 4º y 5º cursos del grado en Veterinaria, trabajando en conexión, pero en grupos especializados en clínica, laboratorio de biopatología y anatomía patológica. Los tres profesores responsables del comienzo hemos crecido y ya somos 10, de diversas especialidades.

El servicio es de 365 días al año y los estudiantes entran de forma voluntaria, teniendo que hacer guardia una de cada cinco semanas (se estructuran en cinco grupos), incluyendo fiestas, Navidades, Semana Santa y vacaciones de verano. Normalmente invierten no menos de 300 horas al año, voluntariamente, en esta formación. Se preguntarán ustedes ¿Hay estudiantes interesados en hacer este internado? Pues curiosamente, y no tengo muy claro todos los “porqués”, entre 60 y 80 estudiantes de tercero se apuntan para ayudar voluntariamente y hacer méritos para entrar en el SCRUM (el curso tiene 150 estudiantes), trabajando con los internos tantas horas como pueden y compitiendo para hacer más méritos y ser seleccionados, ya que no se tiene en cuenta la nota que tienen hasta ese momento sino las ganas de trabajar que tienen.

De esos 60-80 voluntarios, solamente 15-17 serán seleccionados y seguirán dos años más en el SCRUM.

¿Merece la pena este gasto impresionante de tiempo y esfuerzos en animales de abasto (rumiantes)?

La respuesta se vio en el Proyecto PIIDUZ 19-065 realizado mediante una encuesta a los egresados de los últimos cinco años y que habían estado internos en el SCRUM. La respuesta fue del 84% de los encuestados.

-          Nuestra facultad, como casi todas tiene el 70-80% de mujeres estudiantes, la mayoría son urbanitas y pertenecen a todas las clases sociales y dos terceras partes de ellos no pensaban trabajar en animales de abasto al comenzar la carrera. En el SCRUM entraron el 71% de mujeres, cantidad normal en el rango que tenemos.

-          El 100% de los alumnos egresados encontraron trabajo el primer año y el 85% lo consiguieron en los tres primeros meses.

-          La mayoría trabajan con rumiantes, pero el 21% trabaja con pequeños animales, el 14% con cerdos y el resto en diferentes especies.

-          La mayoría comenzaron en empresas con otros grupos de veterinarios y solamente el 10% comenzó de autónomo.

-          El 50% trabajan en Aragón y el resto se distribuye por toda España y alguno ha pasado a otros países de la UE o fuera de ella.

-          El 43 % sigue en su primer trabajo.

-          El grado de satisfacción con el trabajo actual en la mayoría era alto o muy alto, con un elevado nivel de expectativas en el mismo, aunque solo medio con respecto a la retribución.

-          La última serie de cuestiones versó sobre las relaciones y funcionamiento del SCRUM, en el periodo de uno o dos cursos en los que participaron en el mismo, y si había sido de su agrado o no su relación con los compañeros, con el profesorado implicado, la disciplina, organización y autonomía para el trabajo. La gran mayoría de las respuestas fueron afirmativas y en la última pregunta sobre si recomendarían a otros alumnos a formar parte del internado del SCRUM, el 100% lo recomendarían.

El resultado no debe ser malo cuando algunas empresas o grupos de veterinarios precisan contratar algún profesional para rumiantes dirigen su oferta de trabajo al SCRUM. Como puede verse no es un problema de sexo, ni de procedencia urbanita sino de formación para desempeñar correctamente el trabajo y estar mentalmente preparado para trabajar en el mundo rural con otros muchos profesionales que viven en España y en la Europa olvidada, con malos servicios y hasta casi mal vistos desde la ciudad.

El sexo y la fuerza no son los factores limitantes sino una preparación deficiente y una inseguridad del estudiante para ir a trabajar sin conocer la realidad de esas producciones ni estar capacitado para solucionar los problemas por los que debe cobrar un sueldo digno.

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