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Veterinarios hallan la misteriosa causa que quitó la sed a un perro

Identificaron una malformación en el cerebro del animal que desviaba los impulsos cerebrales que se encargan de regular la sed

Un perro es sometido a una resonancia magnética.
Un perro es sometido a una resonancia magnética.

Veterinarios hallan la misteriosa causa que quitó la sed a un perro

Identificaron una malformación en el cerebro del animal que desviaba los impulsos cerebrales que se encargan de regular la sed

Francisco Ramón López - 19-03-2019 - 13:53 H - min.

Un equipo de radiólogos y neurólogos del Hospital de Pequeños Animales de la Universidad de Cornell, en los Estados Unidos, identificaron la malformación cerebral que había provocado que Hank, un cachorro de sabueso de la raza bluetick coonhound, estuviera a punto de morir por deshidratación al carecer del mecanismo regulatorio de la sed y el instinto de beber agua.

Todo comenzó, cuando los dueños de Hank, Kate y David Cross, recibieron la llamada de su cuidador cuando estaban de vacaciones; el cachorro de cuatro meses estaba en urgencias con síntomas de deshidratación.

Tras volver corriendo a casa, los Cross encontraron al pequeño sabueso conectado a un suministro intravenoso de fluidos y los veterinarios no encontraban ninguna razón por la que el animal presentara unos síntomas de deshidratación tan severos. Tras descartar que padeciera moquillo, le ofrecieron dos opciones: el sacrificio o acudir inmediatamente a las urgencias del hospital veterinario de Cornell.

Tan malo era el estado de Hank, que los dueños temían que no fuera capaz ni de soportar el viaje de cuatro horas a Ithaca, la localidad en la que se encuentra el campus de esta universidad de la Ivy League.

Llegaron a medianoche, y tras realizar una exploración general y un análisis de sangre, los veterinarios de Cornell descubrieron que el sabueso mostraba anomalías graves en sus electrolitos, particularmente un alto contenido de sodio, acompañado de distintos déficits neurológicos, por lo que la radióloga Philippa Johnson relacionó ambos cuadros y concluyó que los más probable era que Hank sufriera algún tipo de malformación cerebral.

Una resonancia magnética confirmó la sospecha; el joven sabueso presentaba agenesia del cuerpo calloso, la parte del cerebro situada entre los dos hemisferios y el lugar donde las fibras de la parte derecha viajan hacia la izquierda. Esta malformación era la causante de que Hank no tuviera ganas de beber agua. Los dueños habían estado renovando diariamente el agua del animal sin percatarse de que Hank no se la estaba bebiendo.

La solución al problema fue sencilla; tras estabilizar sus niveles de electrolitos con suero intravenoso, los veterinarios prescribieron a los dueños una dieta baja en sal y añadir 1.000 mililitros de agua a cada comida para que el perro consumiera el líquido suficiente de forma indirecta.

"Fueron unas semanas difíciles, pero ahora todo va mejor. Finalmente, solo tuvimos que cambiar su dieta y agregar mucha agua a la comida ", explica Kate Cross, que asegura que, viendo lo feliz que se muestra Hank “volvería a pasar por todo de nuevo".

UN ESTUDIO PIONERO

Con el cachorro fuera de peligro, Johnson propuso realizar a Hank una tractografía, una avanzada técnica de neuroimagen, para estudiar la malformación, pues actualmente existe poca información científica sobre la agenesia del cuerpo calloso en perros.

"Esta técnica utiliza la difusión de agua en el cerebro para trazar el rastro de materia blanca y mapearla virtualmente en tres dimensiones", explica Johnson, que indica que la materia blanca es uno de los dos tipos principales de tejido cerebral, que está compuesto por materia gris, donde se forma el pensamiento —las señales del cerebro—; y la materia blanca, algo así como una serie de caminos o tractos que guían a la señal por donde debe ir.

Los dueños estuvieron absolutamente predispuestos. “Si pudiera llegar a ser beneficioso para cualquier otro perro, valdrá la pena", afirma Kate, que asegura que el procedimiento no les costó nada y no fue invasivo para su mascota.

Así, a los nueve meses de edad, Hank se sometió a otra resonancia magnética para ver cómo había cambiado el cerebro con el tiempo. Además se realizó una nueva tractografía tanto al sabueso como a un perro sano, que utilizaron como control. Los veterinarios tomaron esos datos y utilizaron la tractografía para diseccionar virtualmente la materia blanca de ambos perros.

"Aprendimos más sobre esta enfermedad de lo que se sabía o había registrado anteriormente", afirma Johnson, que explica que tras los estudios pudieron detallar la enfermedad de Hank, que presentaba haces de Probst, malformaciones que se producen cuando los axones que conectan el hemisferio izquierdo con el derecho forman en su lugar un haz longitudinal a lo largo del cerebro. “No hubo un fallo en la formación de la pista, sino en la formación de los haces. Hank tiene los tractos, pero van al lugar equivocado", aclara.

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