SÁBADO, 20 de abril 2024

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PROFESIONALES

Zoonosis inversa, la gran amenaza de la fauna antártica

Un estudio publicado por científicos del Centro de Investigación en Sanidad Animal, en conjunción con el Instituto de Investigación de la Biodiversidad, alerta de la gran amenaza a la que está expuesta la fauna antártica

Zoonosis inversa, la gran amenaza de la fauna antártica

Zoonosis inversa, la gran amenaza de la fauna antártica

Un estudio publicado por científicos del Centro de Investigación en Sanidad Animal, en conjunción con el Instituto de Investigación de la Biodiversidad, alerta de la gran amenaza a la que está expuesta la fauna antártica

Jorge Jiménez - 11-12-2018 - 10:40 H - min.

Un equipo de investigadores del Centro de Investigación en Sanidad Animal (IRTA-CReSA) en conjunción con investigadores del Instituto de Investigación de la Biodiversidad, de la Universidad de Barcelona, ha alertado de que cada vez resulta más sencilla la introducción de agentes infecciosos de origen humano en “regiones remotas” del hemisferio sur del planeta. Mediante un estudio, publicado en Science of The Total Envioment, los científicos han detectado bacterias intestinales infecciosas de origen humano en las aves marinas de los ecosistemas de la Antártida. Según informan desde IRTA-CReSA, el hecho de haber encontrado estos patógenos humanos en lugares remostos del Sur del planeta sugiere que otros agentes infecciosos más peligrosos también podrían ser introducidos por igual y, algunos de éstos, “con consecuencias más graves para la fauna”.

Los colectivos humanos que se han desplazado hasta los puntos más al sur de la Antártida son varios, desde turistas, exploradores, balleneros o los propios científicos. Es este movimiento humano el que supone “una nueva amenaza que pone en peligro la fauna de estos lugares extremos del planeta, debido a los patógenos que liberan los humanos cuando viajan o viven en localidades cercanas a la Antártida”, se puntualiza desde el Centro de Investigación en Sanidad Animal.

ZOONOSIS INVERSA

Los investigadores han podido identificar bacterias del género Salmonella y Campylobacter en las aves marinas de los ecosistemas antárticos y subantárticos, como por ejemplo en el pájaro carroñero págalo pardo subantártico (Stercorarius antarcticus). Se trata de bacterias “que pueden provocar infecciones frecuentes en humanos, pero que también la pueden adquirir los pájaros carroñeros cuando están en contacto con la actividad humana o con su ganado”, explican desde el IRTA-CReSA. En este sentido, Marta Cerdá-Cuéllar, investigadora del Investigación en el Centro de Investigación en Sanidad Animal explica que, “Las zoonosis son enfermedades que se transmiten de animales a personas, pero cuando es la especie humana que infecta otros seres vivos se habla de un caso de zoonosis inversa”.

Con los datos que arroja el estudio se pone de manifiesto la fragilidad de los ecosistemas antárticos ante los impactos humanos. Además, los investigadores han puntualizado que el riesgo de zoonosis inversa “es mayor cuanto más cerca viven las aves marinas de zonas habitadas”. Y alertan de que las rutas migratorias de algunas aves carroñeras podrían estar acelerando la circulación de los gantes zoonóticos entre los ecosistemas de diferentes latitudes.

LA BIOSEGURIDAD ES CLAVE

Los científicos investigadores han encontrado cepas de Campylobacter resistentes a los antibióticos de uso habitual en medicina humana y veterinaria en algunos ejemplares de aves marinas. Según señala Cerdá-Cuéllar, “El hecho de haber descubierto genotipos de Campylobacter habituales en la especie humana o en ganado nos dio la pista definitiva para confirmar que el hombre puede estar introduciendo patógenos en estas regiones remotas de la Antártida”.

Tras analizar los resultados obtenidos en el estudio, los científicos consideran que es “imprescindible” adoptar medidas de bioseguridad más estrictas para evitar la entrada de nuevos patógenos en las regiones antárticas.

Precisamente, a este respecto, el Protocolo del Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente tiene establecidos una serie de principios aplicables a las actividades humanas en la Antártida, sin embargo, algunas especies como el págalo pardo subantártico y el petrel gigante no se encuentran protegidas por la normativa y, según informan desde IRTA-CreSA, “podrían convertirse en la vía de entrada de los agentes patógenos”.

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