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PROFESIONALES

Veterinarios españoles desarrollan un nuevo método para luchar contra la malaria

Un grupo de investigadores de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid está trabajando junto al CSIC en una nueva vacuna contra la malaria

Imagen del grupo de investigación de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
Imagen del grupo de investigación de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.

Veterinarios españoles desarrollan un nuevo método para luchar contra la malaria

Un grupo de investigadores de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid está trabajando junto al CSIC en una nueva vacuna contra la malaria

Redacción - 24-01-2024 - 11:28 H - min.

La malaria sigue infectando a más de 200 millones de personas al año, de las cuales una parte de ellas, la mayoría niños, fallecen por la enfermedad. A lo largo de los años han ido apareciendo métodos contra esta enfermedad, desde sencillas, pero eficientes, mallas mosquiteras hasta prometedoras vacunas. De todos modos, todavía no se ha dado con una solución definitiva, por lo que toda investigación sigue siendo necesaria.

La revista Journal of Proteome Research acaba de publicar un artículo, firmado por diez autores, ocho de ellos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), dirigidos por el catedrático veterinario José Manuel Bautista, del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Veterinaria. En el estudio se presenta un nuevo método para explorar el sistema inmunitario innato, que es la primera barrera contra la malaria y otras infecciones.

Uno de los problemas que existe con la malaria, de acuerdo con José Manuel Bautista, en declaraciones a los medios de la UCM, es que “un elevado porcentaje de la población en zonas endémicas, tanto como un 50%, tienen malaria subclínica, y la apariencia que da es que la infección se mantiene, pero se está frenando, son algo así como los asintomáticos de la Covid-19, que estaban infectados, pero no padecían la enfermedad”. La diferencia entre el SARS-CoV-2 y la malaria es que en esta última los asintomáticos siguen teniendo la enfermedad, así que un mosquito les puede picar y transmitirla a otras personas.

Explica el catedrático que la inmunoglobulina M (IgM) es el primer anticuerpo que fabrica el sistema inmunitario para combatir una nueva infección, de ahí que sea muy inespecífico, porque cubre todas las posibilidades de patógenos que podemos tener. La IgM, apunta, es una molécula muy grande y no se podía aislar con los antígenos que reconoce, pero “ahora, y eso es lo que aparece en el artículo, se ha desarrollado un método que permite describir todas las moléculas que reconoce la IgM”.

El equipo complutense ha desarrollado una técnica para encontrar cuáles son los antígenos concretos del parásito de la malaria que están siendo inhibidos por la IgM de aquellas personas que están en zonas endémicas de malaria. La técnica, desarrollada en gran medida por la investigadora Paloma Abad, permite compilar todas las proteínas del parásito, de las que se han encontrado más de cien nuevas, que tienen que ver con personas protegidas, y “lo importante de esa técnica es que se puede aplicar a otras infecciones e incluso también a enfermedades autoinmunes”.

De esas cien proteínas se han seleccionado seis que son inmunodominantes en los que están protegidos, entendiendo como tal los que tienen una protección contra la enfermedad grave, son personas asintomáticas, infectadas, pero con muy poco parásito en sangre. Al ser proteínas clave en el parásito se pueden utilizar como posibles dianas terapéuticas, aunque antes de eso hay que pensar que el método requiere mucho trabajo ya que “las IgM son un pentámero de cinco inmunoglobulinas que se unen juntas y precipitarlo es complejo sin que se derrumbe la estructura de la proteína”.

Este nuevo método abre un nuevo camino terapéutico, acompañado de un estudio muy exhaustivo de todos esos antígenos descubiertos que todavía no se ha publicado porque está a la espera de patentes. De todos modos, con esos antígenos ya están desarrollando, junto al grupo de Vicente Larraga, del CIB-CSIC, un candidato a vacuna frente a la malaria, basado en los nuevos antígenos IgM. Aclara Bautista que “hasta ahora nadie había usado los antígenos IgM, sino los IgG, que son más de memoria y pueden indicar exposición previa a un antígeno específico”, y de hecho el equipo complutense hizo un estudio similar con IgG y no encontraron ninguna inmunodominancia en la gente protegida, lo que sí han encontrado con IgM.

Desde la UCM se ha pensado que utilizando los IgM se podrá frenar de manera más temprana la infección por malaria. Opina Bautista que de este trabajo pueden surgir al menos un par de patentes, que es “algo lento y engorroso, pero la industria farmacéutica ha recomendado que se haga para poder utilizarlos”.

En el estudio publicado también colaboran investigadores del área de Inmunología de la Universidad Rey Juan Carlos, “porque llevaban trabajando con el equipo desde hace años”, así como de los sitios endémicos que trabajan en malaria, porque “es la única forma de tener acceso en muestras valiosas, así que se trabaja, fundamentalmente, con grupos en Ghana, como en este caso, y de la República Democrática del Congo”.

El equipo complutense que ha llevado a cabo este trabajo se completa con profesores y PAS (Montserrat Coronado, Antonio Puyet y Amalia Díez), investigadores (África Vincelle Nieto y Armando Reyes Palomares) y la técnico de laboratorio Susana Pérez Benavente.

José Manuel Bautista, catedrático del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Veterinaria de la UCM

UNA ENFERMEDAD DE LA POBREZA

En la batalla contra la malaria ya hay dos vacunas licenciadas, aunque “el problema que tienen es que hay que poner en niños tres dosis más una de recuerdo en un periodo de dieciocho meses, y eso en zonas endémicas rurales es muy complicado, porque es caro y hay que mantener una cadena de frío, aunque este mes de enero se ha empezado a poner en Camerún la primera vacuna que se licenció, ofreciéndola gratuitamente a los niños que se la quieran poner”.

Esa vacuna concreta protege aproximadamente a un 30% de las personas, y se ha presentado otra que protege hasta el 50%, y lo que se piensa es que “al final habrá que utilizar combinaciones de vacunas para poder combatir a la malaria, porque esas van contra la fase del mosquito, es decir, cuando te infecta la enfermedad y llega al hígado, mientras que la que se está desarrollando con el CSIC iría contra la fase de la enfermedad, para que la gente no se ponga enferma, y de esa forma evitar las muertes”.

La mortalidad por malaria ocurre sobre todo en niños menores de cinco años, que se ponen enfermos por una malaria muy grave y fallecen. Eso ocurre en un porcentaje muy bajo de los infectados, porque si hay más de 200 millones de ellos al año los que mueren no llegan al millón, “así que porcentualmente es poco, aunque sigue siendo mucha gente y, sobre todo, niños”. Lo ideal, por tanto, sería una vacuna, como la quiere desarrollar el equipo complutense junto con el CSIC, que pueda sensibilizar a los niños para que no tengan la malaria grave, “como la vacuna de la COVID, que no impide que te infectes, pero al menos elimina la infección mucho más rápido”.

Contra la malaria no existe actualmente una manera de evitar la infección, pero en las personas adultas se cura con antimaláricos. Con ellos también se pueden curar niños, lo que ocurre es que “a veces ocurre muy rápida la enfermedad y no llegan al dispensario si viven en zonas rurales, a lo que hay que sumar que también hay resistencia a los antimaláricos porque se crean resistencias como con los antibióticos”. Además, como en determinadas zonas africanas hay mucha gente con malaria, tampoco se tratan mucho, sólo cuando tienen fiebre, “es como la gente que se infecta de COVID, que aguanta tosiendo un poco hasta que se le pasa, con la diferencia de que el Covid no persiste normalmente, mientras que la malaria, si no se trata, al final se va a desarrollar. De esa manera, los que no se tratan mantienen el reservorio para que un mosquito se lo pueda transmitir a otra persona”.

Las estrategias utilizadas contra los propios mosquitos, para intentar esterilizar a las hembras y acabar con la enfermedad, “son investigaciones muy básicas, y no han funcionado realmente, porque eliminar a los mosquitos machos con ese método es muy difícil, ya que no sólo es un terreno enorme del que se trata, sino que además hay procesos selectivos entre los propios mosquitos. Hay zonas, por ejemplo, en Congo, que son muy inaccesibles, y ahí va a haber mosquitos y todo tipo de insectos”.

Bautista destaca que los mosquitos se eliminaron con DDT en América en los años sesenta, donde era endémica la malaria, y además una realidad es que “la malaria es una enfermedad de la pobreza, y si se elimina la pobreza, haciendo que la gente no viva en condiciones donde les pican los mosquitos y donde haya higiene, se elimina también la enfermedad”. En España, de acuerdo con el catedrático, hubo malaria hasta principios de los años sesenta en algunas zonas, “por ejemplo, en el delta del Ebro, en la Albufera, en las Hurdes… Y se eliminó porque las condiciones de vida mejoraron para ser más higiénicas”. Así que “si se solucionase el problema de la pobreza, la malaria se reduciría de manera muy importante, no al 100%, pero sí en un altísimo porcentaje”.

José Manuel Bautista dirige la investigación

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