Veterinarios bajo el volcán de la Palma
María Luisa Fernández Miguel - 27-09-2021 - 15:17 H - min.
Presidenta del Consejo de Colegios de Veterinarios de Canarias
Ha pasado una semana desde que la tierra de la isla de La Palma se quebró y dejó el espectáculo volcánico que estos días asombra y acongoja a partes iguales a todos los canarios. Vivimos sobre una tierra viva, joven e impetuosa, que sabemos puede tener estos comportamientos brutales, siempre más frecuentemente de lo que todos quisiéramos.
Gracias a la ciencia somos capaces de prever hasta cierto punto lo que puede pasar cuando nuestro subsuelo decide estallar llevándose por delante cuanto encuentra. Y como sabemos que esto puede pasar y pasa, intentamos prepararnos para que los daños que se produzcan por este tipo de fenómenos, o cualquier otro de naturaleza violenta, sean los menores posibles.
Los veterinarios no hemos sido una excepción en este caso. Los Colegios de Veterinarios de Canarias llevan ya varios años trabajando de la mano de los expertos en Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias, de la Cruz Roja y de Protección Civil para estructurar unos protocolos en los que se tenga en cuenta, con una sensibilidad tal vez nueva pero que ya cala hondo en la mayor parte de la población tanto canaria como en el resto de España, las vidas de los animales, una parte fundamental de aquellos otros seres vivos con los que compartimos este planeta. Estos protocolos, prácticamente ultimados ya, han sido los que nos han servido para dar una respuesta rápida que ha permitido evacuar, transportar, alojar y atender a todos los animales que ha sido posible, tanto de ganadería como de compañía, sin arriesgar vidas humanas.
No es una novedad que en este tipo de desgracias se intente salvar a los animales. Tal vez la diferencia es que esto se hacía casi siempre de forma instintiva, altruista y muchas veces alocada, lo que puede llevar a errores en los que no solo peligre la vida de los animales, sino también de quien pretende rescatarlos, e incluso de los propios servicios de emergencias. Es algo que nos han enseñado desde el primer día los responsables de emergencias con los que hemos tenido innumerables reuniones.
Como profesionales que somos, los veterinarios hemos aprendido mucho de los expertos en emergencias. Hemos aprendido que, cuando la emergencia es total, debemos siempre dejarles actuar primero a ellos. Hemos aprendido que debemos ayudarles en la retaguardia, recibiendo en los albergues provisionales a los animales, bien heridos o bien tan asustados y desubicados como sus propietarios. Que debemos ser capaces de curarlos si es necesario y de alojarlos y manejarlos de manera provisional en las mejores condiciones higiénicas y sanitarias, lo más cerca posible de sus familias o de sus grupos de convivencia. Hemos aprendido que nuestro lugar está justo al lado de los cuerpos de emergencia cuando nos requieren, como cuando somos necesarios para lograr controlar un animal asustado que puede llegar a ser peligroso o hay que salir a rescatar animales esquivos que han huido de sus domicilios. Hemos aprendido que, siguiendo sus instrucciones, se salvan muchas vidas, humanas y animales, y que la mejor improvisación es la que no es necesaria.
No hemos tenido tiempo en este caso de hacer ensayos previos. La urgencia de la situación nos obligó a poner en práctica cuanto habíamos preparado sin simulacros.
Seguro que hemos tenido y tendremos errores de los que sacaremos enseñanzas para casos futuros. También hemos aprendido esto de ellos, que siempre recogen y revisan las incidencias que surgen en el día a día, con intención de mejorar continuamente. Y nos tienen que enseñar, con su ejemplo, a sobrellevar el terrible estrés emocional que supone trabajar en una tierra que tiembla a cada instante, sobre el bajo continuo de un ruido de fondo que se asemeja al despegue insistente e interminable de un avión a reacción mientras cada cierto tiempo, aleatoriamente, algo explota y no conseguimos saber si está lejos o cerca de donde nos encontramos. Son estas situaciones sobre las que sólo se pueden dar consejos, porque se gestionan únicamente cuando se viven en primera persona.
Todos conocemos la solidaridad de nuestra profesión. El listado de veterinarios de toda Canarias que se han ofrecido voluntarios para llevar a cabo estas funciones de emergencia en La Palma es tan grande como la generosidad de quienes le dan forma. La asociación empresarial de clínicas veterinarias, las propias clínicas, las casas comerciales, los laboratorios, la Facultad… todos los lugares en los que hay representación veterinaria se han ofrecido para ayudar. Los veterinarios palmeros, convertidos en una piña, se han dejado la piel para realizar sus funciones durante esta primera y complicadísima semana, por encima de sus propios problemas personales y sacando fuerzas de donde a veces parece que ya no las hay.
Nos quedan muchas horas de trabajo, posiblemente semanas o, esperemos que no, incluso meses. Los veterinarios seguiremos estando donde nos necesiten, en esta y en otras emergencias. Seguiremos formándonos y aprendiendo. Y seguiremos salvando vidas, esta vez, a la sombra del volcán.