Sanitarios invisibles
María Luisa Fernández Miguel - 15-03-2021 - 19:50 H - min.
Presidenta del Colegio de Veterinarios de Tenerife.
Esta es una historia corta más de las muchas que vivimos los veterinarios. Una de esas historias que hacen a los niños y no tan niños soñar con una profesión verdaderamente hermosa, aunque muchas veces desconocida.
La historia la protagonizan un veterinario y una pareja con dos perros, una de esas familias con animales de compañía que ya son algo menos de la mitad del total de las familias en España, rondando el 40%.
Los dos humanos de la familia han dado positivo en Covid, tienen síntomas leves y por supuesto están confinados en su casa. Por desgracia, uno de sus animales se ha puesto enfermo. Tiene fiebre y vómitos y no quiere moverse. Están muy preocupados. No tienen familia cercana que les pueda asistir y tampoco gente de confianza como para que se alguien se acerque a su domicilio y se haga cargo del animal, así que llaman por teléfono a un profesional en el que sí confían: su veterinario.
El veterinario, como facultativo de la salud animal, sabe que el perro tiene que recibir tratamiento y, como profesional de la salud pública, sabe que dos humanos enfermos no deben convivir con un animal también enfermo. Así que coge un transportín, lo carga en su coche, se pone todos los EPIS que tiene en la consulta (esos mismos que durante los meses duros de la pandemia los centros veterinarios compartieron generosamente con los hospitales saturados, al igual que sus respiradores) y se dirige a la casa para, sin entrar, recoger desde el quicio de la puerta el transportín con el animal y llevarlo hasta su clínica con el fin de realizar los tratamientos necesarios para sanarlo. Todo siguiendo las más estrictas medidas de higiene y desinfección, como bien saben hacer los veterinarios que, al fin y al cabo, llevan toda su carrera profesional sanitaria luchando desde la epidemiología contra las enfermedades infecciosas de todos los animales no humanos y también contra muchas compartidas con los animales humanos.
No sabemos aún cuál será el resultado final de la historia: si el perro sanará, si ha podido contagiarse del virus de sus propietarios, si puede llegar a contagiarlo, si las personas mejorarán o necesitarán hospitalización o una UCI... pero hay cosas que si sabemos:
Sabemos que para estas personas, su perro es uno más de la familia y su enfermedad causa una honda preocupación.
Sabemos que su perro, para la ley, ha dejado de ser una “cosa” para ser un ser vivo que siente y que sufre, con todo lo que ello implica.
Sabemos que la labor de este veterinario no sólo puede curar al perro, sino que también va a salvaguardar la salud de sus propietarios, con los que convive. Que el veterinario, con su actuación sobre el animal, está siendo una pieza fundamental de la sanidad animal, sí, pero también de la salud pública.
Sabemos que en este mundo globalizado, la salud de los animales, sean humanos o no, y la salud del medio ambiente, son sólo una.
Entonces,
¿Por qué las administraciones no reconocen lo que nosotros sí sabemos?
¿Por qué las diferentes consejerías de las comunidades autónomas no valoran el trabajo de los veterinarios clínicos como una labor sanitaria?
¿Por qué, aún siendo legalmente una licenciatura o grado de Ciencias de la Salud, a los veterinarios ni siquiera se les ha nombrado, ni cuando fueron esenciales en el confinamiento más estricto, ni cuando se estructura el protocolo de vacunación?
¿Por qué se desprecia la información científica que sobre epidemiología puede aportar una profesión que trabaja en este campo todos los días?
¿Por qué para el Ministerio de Sanidad los veterinarios no son parte de los profesionales que se deben vacunar, no como sanitarios de "primera línea", es evidente, pero sí como sanitarios “de las trincheras”?
¿Son los veterinarios tal vez "sanitarios invisibles"?
¿Son como esos duendes de los cuentos que acaban de noche, por lo bajito y sin que se vea, el trabajo que no han realizado los humanos?
Hace unos meses, cuando le preguntaron por qué no se contaba en esta pandemia con los veterinarios, el doctor Fernando Simón decía que no sabía la razón, pero que si eran necesarios se les llamaría. Tal vez si esos sanitarios invisibles, si esos veterinarios expertos en epidemiologia no hubieran estado allí durante la vida del doctor Simón, este habría acabado sufriendo alguna enfermedad como la rabia, la tuberculosis, la listeriosis, la hidatidosis, la psitacosis, la triquinosis, la enfermedad de Lyme o cualquiera de otras muchas.
Pero podemos asegurarles que estuvieron allí, como lo ha estado hoy nuestro compañero veterinario cuando una familia con perros y con Covid lo necesitaba.
Y al menos para ellos, no era invisible.