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OPINIÓN

Una de cal y otra de arena

Una de cal y otra de arena

Una de cal y otra de arena

Luis Miguel Ferrer Mayayo - 12-09-2022 - 13:00 H - min.

Profesor de la Universidad de Zaragoza. Diplomado del European College of Small Ruminant Health Management

No me queda mucho tiempo libre para repasar las noticias, pero reconozco que es necesario echarles un vistazo cada día. Esta pasada semana me saltaron a la cara dos, una de cal y otra de arena.

Empecemos por la buena. El resumen de noticias de un periódico digital colocaba, entre sus primeras noticias, una sobre resistencia a antimicrobianos (RAM) “El ganado contribuye menos de lo que se pensaba a propagar bacterias resistentes a humanos”. La verdad es que me encantó poder leer una frase tan contundente y positiva para la profesión veterinaria.

Dos estudios, aparentemente serios, concluían que: “el ganado contribuye poco a la adquisición de bacterias y/o genes de RAM por parte de los seres humanos”, y continuaba “la contribución de los animales de granja en la propagación de la RAM a los seres humanos es probablemente muy baja en comparación con las estimaciones iniciales, detallan en el estudio”.

Sobre este importante y distorsionado tema he discutido con toda clase de compañeros veterinarios, médicos y diferentes personas de diversos sectores.

Cuando los hospitales de medicina humana comenzaron a tener problemas serios de RAM (a mí me gusta más decir resistencia a fármacos), echaron balones fuera y demonizaron a los ganaderos y veterinarios de animales de abasto.

Era lo fácil, cargar contra el que pensaban débil, en vez de agradecer que ganaderos y veterinarios, entre otros, contribuimos a la producción de alimentos de alta calidad bromatológica y sanitaria para una sociedad cada vez más exigente, más distante de los productores y desconocedora de ese “maná” que recolectan en los supermercados.

El verano pasado estuve destruyendo el material recopilado durante mis años de veterinario clínico de rumiantes, tanto los míos propios como los de mis colaboradores. Entre este montón de material, que se remontaba a los años ´80, destruí miles de informes sobre análisis coprológicos y antibiogramas. Sí, no exagero, miles de analíticas practicadas para trabajar honestamente, aunque esto no nos resultase rentable si lo comparábamos con aquellos que no lo hacían.

Reconozco que los animales de abasto han aportado su “granito de arena” al problema de las RAM, insisto, que a mí me gusta llamar simplemente resistencia a los fármacos y así entran los antiparasitarios.

He discutido con mis colegas que nunca hicieron un antibiograma y mataban las moscas a cañonazos, cobrando las balas de cañón, mientras yo cobraba el matamoscas y ganaba mucho menos trabajando honradamente. Esa práctica la utilizaron diferentes grupos veterinarios, ganaderos, cooperativas, fabricantes de piensos, etc. y usando y abusando de los fármacos sacaban los mismos resultados que trabajando bien y utilizando solamente los necesarios. Casi no necesitaban servicio veterinario y quedaban buenos márgenes comerciales de los fármacos.

Eso que debería haberse controlado ya, desde las últimas décadas del pasado siglo, no se hizo e, incluso, alguna Administración inducía al mal uso de los fármacos, al incluir en los programas sanitarios, la desparasitación dos veces al año, sin haber realizado previamente una coprología y sin saber si era necesario aplicar estos fármacos ni cuál de ellos o su dosis.

Quizás este “abuso” contribuyó un poco al problema, pero no era, ni mucho menos, proporcional a la acusación. El uso responsable puede influir en la aparición de resistencias, pero desde mi punto de vista es insignificante.

Otro grupo de veterinarios con los que he tenido refriegas dialécticas es el de los animales de compañía (sobre todo con los malos veterinarios). Cuanto estabas en alguna reunión y aparecía el tema, alguno de ellos disfrutaba echando leña al fuego diciendo que “vosotros, los veterinarios de animales de abasto, que utilizáis los medicamentos a toneladas sois los responsables del problema”.

Quiero recordarles a estos colegas, que ellos usan tantos fármacos o más que nosotros, en proporción al número y kilos de animales tratados, y muchos de ellos (los malos) todavía no hacen los análisis y antibiogramas mínimos para saber qué y por qué deben tratar así. Gracias a una conjunción de procesos y a la calidad actual de la mayoría de ellos, cada vez se trabaja mejor. No obstante, durante décadas algunos han tratado sin una buena praxis y el contacto mascota-propietario es muchísimo mayor que el del ganadero con los animales de abasto.

Este estrecho contacto (hasta con la estúpida costumbre de dar besos en el morro de la mascota que va olisqueando toda clase de miasmas que encuentra y muy difundido en la TV), ayuda a transmitir enfermedades y resistencias a los fármacos a través del intercambio diario de patógenos.

“EN NINGÚN MOMENTO ME HAN HECHO UN AISLAMIENTO Y ANTIBIOGRAMA”

El otro gran grupo de discusión ha sido el de los médicos, los que nos echaron rápidamente las culpas e instaron a las diferentes administraciones a perseguirnos como si fuéramos delincuentes.

Estoy casi para jubilarme y, a pesar de haber tenido bastante buena salud, he pasado pequeños episodios infecciosos (amigdalitis, infecciones de alguna muela, etc.) y otros no tan pequeños (brucelosis). En ningún momento me han hecho un aislamiento y antibiograma, nunca en más de 60 años. La brucelosis me la diagnosticó un veterinario, mi buen amigo Chema Blasco, investigador de ese tema y él sí que aisló la cepa vacunal Rev-1 y me buscó el fármaco sensible para ese difícil mutante.

Así pues, si el resto es como yo o parecido, es más fácil pensar que las resistencias han sido de humano a humano que echar las culpas a ganaderos y veterinarios de animales de abasto.

Creo que, tal y como vayan saliendo más estudios, menor va a ser la aportación nuestra al problema, aunque la presión que soportamos no deja de crecer, como si nadie hubiese dicho nada, como si estos estudios no existieran.

Sí el título del artículo es “una de cal y otra de arena” y hemos visto la buena, ¿cuál es la noticia mala?

Desde varios Ministerios, entre ellos el de Trabajo, se ha dicho que “…hay que topar los precios de los alimentos para frenar la subida del IPC y la desorbitada inflación”. Eso está muy bien, pero no han explicado cómo.

Entre el tira y afloja de Podemos-PSOE, se han reunido con alguna de las grandes cadenas de distribución de alimentos para bajar los precios sin que, por supuesto, eso repercuta en el pago a los productores. Esto sí que es una mala noticia, no porque bajen los precios, sino porque no se lo cree nadie que tenga sentido común y en el juego de palabras y de poder, la aplicación de esta medida supondrá la ruina para un montón de productores de alimentos y esos son nuestros clientes.

 La idea de este gobierno no es nueva en este país, ya en tiempos del Generalísimo, que no era precisamente de izquierdas, el pan tenía un precio máximo de venta y el trigo solo se podía vender al Servicio Nacional de Productos Agrarios y al precio establecido.

Llevamos décadas viendo cómo se les paga a precios no competitivos e incluso por debajo del coste de producción y, ahora que han hecho la Ley de la Cadena Alimentaria, nos vienen con esta milonga.

Alguien va a tener que pagar esa venta de duros a cuatro pesetas y, no lo duden, lo pagaremos los consumidores, los contribuyentes y el sector productor, eso sí, con todas las buenas palabras de nuestros inoperantes ministros y las grandes cadenas de distribución. 

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