La (ir)responsabilidad de las administraciones con sus perros
Juan Luis de Castellví - 20-11-2020 - 15:48 H - min.
Técnico de emergencias sanitarias y adiestrador canino
A menudo la creación de una unidad canina, del tipo que sea, depende de la insistencia de una persona con muchas ganas de trabajar con perros (o varias personas), sumada a la buena voluntad del político responsable de aprobar una decisión de ese calibre. Especialmente al nivel municipal o de ONG. Es así como han ido naciendo muchas unidades caninas de rescate de diversas agrupaciones de Protección Civil en toda España, así como diversas unidades de detección, generalmente de drogas, en muchos cuerpos de policía local de nuestro país.
Que se hiciera mejor o peor, ha dependido en general de esas mismas personas iniciales, así como de los diversos cargos políticos que han ido pasando por la administración de la que dependan en cada caso. Y es algo inaceptable. Eso es lo que ha dado lugar a desmantelamiento de unidades, a alojamientos inadecuados, infradotación (material o humana), de dichas unidades, falta de planificación de la actividad física de los perros, problemas durante las vacaciones de los miembros de las unidades e, incluso, la utilización de perros sin cumplir con ningún estándar concreto, ni haberse acreditado de ninguna manera.
La creación de una unidad de este tipo necesita una planificación a largo plazo, con una continuidad clara, que vaya, como mínimo, a alcanzar la vida útil del primer grupo de perros que pasen a integrarla, así como qué pasará con ellos una vez que cumplan la edad límite de trabajo y se “jubilen”, lo que suele suceder alrededor de los 8 años, si no tienen ningún accidente o enfermedad antes. Es decir, aprobar la creación de una unidad canina, debe ser una medida que tenga, como poco 10 años de vida garantizados, pase lo que pase en la administración que la gestiona.
Ya habíamos vivido la infrautilización, de la unidad canina de la policía local de Valencia, una polémica con el cese del jefe de los guías caninos de la policía local de Granada, así como la baja de uno de los perros de servicio, que había sido rescatado y destinado a dicha unidad con mucha publicidad en medios de comunicación y redes sociales, pero el último caso acaba de suceder en Barcelona, donde dos perros de la unidad canina de la Guardia Urbana (policía municipal), han muerto, según denuncian los sindicatos CC.OO. y SAPOL, por torsión gástrica.
Baste decir que es una emergencia veterinaria que debe ser tratada urgentemente, si no, puede llevar a la muerte del perro en el espacio de unas horas. Lo importante para el asunto que nos ocupa, es que a menudo muestra unos signos muy claros que, si alguien hubiera visto a tiempo, podría haber ayudado a salvar a los dos perros. Al menos hubieran alertado a sus guías, que podrían haberlos trasladado a un veterinario, aunque finalmente no se hubiera podido salvar a los animales.
El perro mostrará inquietud o ansiedad, gases que se pueden mostrar como eructos o ventosidades; presentará el reflejo del vómito, pero sin lograrlo, en cambio soltará espuma por la boca, dificultad respiratoria; así como inflamación y endurecimiento del abdomen. Todo esto es posible detectarlo si hay alguien presente.
Si hubiera habido alguien con los animales, existe la posibilidad de que no hubieran muerto. Si llegan a tiempo al veterinario, se puede evitar la cirugía, pero incluso si no queda más remedio, es una solución que parece ser efectiva y permanente en la inmensa mayoría de los casos.
Por otro lado, según diversos estudios, si se reparte la comida en más de una toma, parece que disminuye el riesgo de la aparición de esta patología, lo que quiere decir que, si hubiera un programa adecuado de alimentación, así como personal suficiente para llevarlo a cabo, estos perros estarían cuidados en condiciones adecuadas. Y a lo mejor todavía vivirían.
Por mucho que sean perros “que trabajan”, siguen siendo animales gregarios y sociales. Necesitan compañía, juegos, caricias y un entrenamiento bien dirigido. Además, hay que contar con las instalaciones adecuadas, protección frente al frío y el calor, así como las inclemencias climáticas (viento, lluvia), limpieza y desinfección de las zonas en las que hagan pis y caca, revisiones veterinarias, cuidados higiénicos (cepillado, cortado de uñas, desparasitación, baño cuando sea necesario), etc.
En el artículo “La necesidad de ejercicio en la salud del perro”, en este mismo blog, ya tratamos la necesidad de ejercicio y compañía que presentan los perros de trabajo. Y aquí vamos a incidir en lo mismo. Las instalaciones pueden estar separadas del resto de dependencias policiales, pero no aisladas. Debe haber presencia de miembros de la unidad las 24 horas, con vehículos adecuados para su traslado si fuera necesario. Los paseos, salidas, ejercicios y visitas veterinarias deben estar programadas (con la lógica adaptación a las necesidades del servicio). Se debe tener planificado cuándo va a haber agentes de vacaciones, quién es el responsable de cada turno y de lo que suceda en el mismo, así como de la revisión del material de los perros. Sus juguetes y material de entrenamiento también requieren limpieza y cuidados.
Es necesario contar con una plantilla suficiente para tener presencia humana continua en las dependencias donde viven los perros. En dicho local habrá, además de las oficinas destinadas a los policías, una sala dedicada al cuidado de los animales (baño e higiene), una pequeña consulta para las curas básicas, un almacén para el pienso y material de trabajo, material de limpieza y una clara división de tareas para que nada quede descuidado.
Desde los paseos y el ejercicio, hasta los entrenamientos necesarios para mantener la operatividad de los perros y sus guías. También es importante que los vehículos cuenten con calefacción y aire acondicionado, así como tenerlos estacionados en un lugar adecuado para que no se conviertan en hornos sobre ruedas cuando vayamos a trasladar a los perros para trabajar.
Aprobar una unidad canina, o ser miembro de una, no se trata sólo de llevar a cabo los servicios con el perro; conlleva muchísimo trabajo “en la trastienda”, tanto de entrenamiento como de cuidados de nuestro animal. En muchos cuerpos se permite que los guías se lleven a su binomio a casa, que pasen las vacaciones juntos, etc. Es una muestra del vínculo entre el agente humano y el agente canino.
Por último, no debemos olvidar que el abandono de animales en condiciones en las que pueda peligrar su vida o integridad, puede ser un delito de acuerdo con el artículo 337 bis del Código Penal. Si bien en este caso concreto probablemente no tenga cabida, tenemos una responsabilidad clara sobre los animales a nuestro cargo, que puede tener consecuencias tanto penales como administrativas.
Si queremos tener unidades efectivas y que respeten los derechos de todos, humanos y perros, debemos pensar a largo plazo y tener en cuenta todo lo que va a rodear la vida de los perros desde que son adoptados por el cuerpo correspondiente hasta su jubilación. Lo contrario es una negligencia que, vaya sorpresa, casi siempre acaba pagando el perro.