ADN versus microchips
Gonzalo Moreno de Val - 11-02-2019 - 12:00 H - min.
Presidente del Colegio de Veterinarios de Alicante
La técnica de analizar ADN fecal para abordar el problema de los excrementos en las calles está basada en estudios sobre poblaciones silvestres en las que, por la dificultad para obtener muestras, se realizan ocasionalmente determinaciones genéticas a partir de heces.
Estos trabajos han sido realizados en diferentes grupos de animales y la bibliografía es concluyente: En los carnívoros el contenido de ADN en heces suele ser muy bajo, lo que complica su extracción y suele inducir a errores en la determinación genética. Además, los excrementos de estos animales tienen una elevada presencia de sustancias inhibidoras de las técnicas moleculares de PCR, lo que también dificulta las pruebas.
Por otro lado, la acción del tiempo y del medio ambiente en las heces provoca que, en pocos días, se duplique la probabilidad de aparición de errores en las determinaciones genéticas.
Por último y pese a que todo el proceso, incluido la recogida y transporte de las muestras, sea realizado por personal investigador especializado, siempre es posible un porcentaje de errores y contaminaciones que no resulta desdeñable. Con todas estas limitaciones, la probabilidad de éxito de una de estas pruebas será normalmente inferior al 50%. Por ello, en la investigación de la fauna silvestre, no se recurre de manera rutinaria a esta técnica.
APLICACIÓN EN MASCOTAS
Su aplicación en las mascotas para determinar qué personas no recogen las cacas de sus perros surgió en EEUU, en comunidades de propietarios con una población cerrada de canes y perfectamente registrada.
Su uso en el ámbito municipal irrumpió de forma diferencial en nuestro país a partir de 2014. Y se ha desarrollado con un doble inconveniente que no suele considerarse. De un lado, estos sistemas se implementan de manera aislada en municipios, siendo difícil que todos los perros estén censados y se conozca su perfil genético. Del otro, es muy probable que en estas localidades exista una importante población canina ‘itinerante’, esto es, la que transita por el término en vacaciones por la llegada de turistas o la que procede de pueblos vecinos. Animales que, lógicamente, tampoco estarán registrados.
A partir de todo ello, el dictamen que realizamos en el Colegio de Veterinarios de Alicante (Icoval) refleja una probabilidad inicial estimada de éxito en las determinaciones genéticas que difícilmente superará el 10% (como así atestiguan los datos ofrecidos por el Ayuntamiento de Málaga) y que podría llegar, como máximo y sólo si se consiguiese registrar a toda la población canina, a aproximadamente el 36%.
Resulta pues complicado justificar la implementación de este sistema, por sofisticado que pueda parecer, desde un punto de vista técnico objetivo. Porque a las limitaciones del propio método habría que añadirle la alta inversión que se exige a los ayuntamientos que la promueven y a los propietarios cuyos animales se pretende identificar. Pero es que, además, el sistema ha despertado serias dudas jurídicas incluso en el Consejo General de la Abogacía Española.
UNA POSIBLE AMENAZA
No es éste el error que más me preocupa. Como ciudadano puedo censurar, añadiendo un plus técnico en el análisis, que el uso de este método suponga una utilización equivocada de los recursos públicos. Como veterinario, sin embargo, me inquietan mucho más las falsas expectativas que han levantado algunas de las empresas que ofrecen estos servicios o algunos de los políticos que los han contratado. De ellas se desprende que, más allá de luchar contra la presencia de heces en la vía pública, el objetivo a largo plazo de esta medida sería sustituir el microchip como sistema de identificación animal porque -supuestamente y según ellos- esto “mejoraría la protección animal”.
Pues bien, sin lugar a dudas, hacer tal cosa sería una medida todavía más desafortunada que el propio análisis de ADN de las heces porque pondría en peligro los avances logrados en la lucha contra el abandono animal. El microchip ha supuesto un antes y un después en la protección de las mascotas. Su aplicación en los perros resulta obligatoria desde hace más de 20 años y con el esfuerzo de todos se ha conseguido que la mayor parte de ellos estén ahora identificados. Pero no solo eso, este sistema -a diferencia del ADN- es extensivo a la mayoría de países del mundo desarrollado. Las bases de datos no son registros municipales aislados, como los de la huella genética, sino que se encuentran interconectadas y posibilitan, gracias a ése chip, una identificación animal que ya no entiende de fronteras.
El sistema del microchip tampoco necesita de las complejas y laboriosas técnicas moleculares en las que se basa la identificación por ADN, que además pueden requerir de varios días para obtener resultados. Su lectura es inmediata, gratuita y la puede hacer cualquiera. Los lectores están hoy disponibles en todas las clínicas veterinarias, en las protectoras de animales, en los Ayuntamientos y lo usan con cotidianidad las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
Según diversos artículos científicos y los estudios sobre abandono animal de la Fundación Affinity, el microchip supone una de las principales herramientas en la lucha contra el abandono animal y permite triplicar las posibilidades de localizar e identificar al dueño del animal que se ha extraviado. Pero esto no acaba aquí.
La lectura inmediata del chip por parte de cualquier persona puede permitir muchas más cosas que la identificación con ADN nunca podrá ofrecer. Por ejemplo, que un policía compruebe si un animal ha recibido los tratamientos obligatorios frente a determinadas zoonosis, como sucede en el caso de la rabia o la desparasitación para la Echinococcosis. Incluso, posibilidades como que puedan reflejarse en el registro asociado a cada microchip datos de importancia veterinaria (por si un animal necesitase ser intervenido de urgencia, por ejemplo).
Es decir, el microchip no solo es clave contra el abandono, sino que podría jugar un papel relevante en cuanto a la salud humana y animal. ¿El ADN parecía sofisticado?; ¿qué me dicen ahora del microchip?