Amenaza pandemia y sin veterinario de explotación
Gonzalo Moreno de Val - 13-06-2024 - 13:30 H - min.
Vicepresidente de la OCV, presidente del Colegio de Veterinarios de Alicante y funcionario de carrera del CSIC
En tiempos en los que las decisiones políticas se adoptan más en base a cálculos electorales que a criterios científicos, es evidente que la prevención en salud no pasa por su mejor momento. Poco parece importar que acabemos de vivir una pandemia en la que la medicina asistencial hizo bien su trabajo, pero se vio sobrepasada. Fue la preventiva la que, evitando contagios, eludió también el colapso asistencial. Porque la crisis del Covid solo se resolvió a través de la vacunación, recordémoslo. Aun así, sigue resultando complicado vender las bondades de la prevención. Es más fácil y rentable políticamente anunciar la apertura de un quirófano para abordar ‘X’ cirugías de rodilla al año, que el trabajo de inspectores veterinarios evitando toxinfecciones alimentarias como la listeriosis. De hecho, en este último caso, la noticia es casi siempre en negativo, alertando de los brotes que aparecen. Pocas veces se destaca aquello que se evita. Quizás esto explique en parte que, en el sistema nacional de salud (SNS), solo 1 de cada 100 euros se dediquen a la prevención.
Los errores en el enfoque de la política sanitaria española solo empiezan ahí. El resto de las actuaciones de los veterinarios, que es profesión sanitaria desde el siglo XIX por su importancia en la salud de todos —animales, pero también personas—, quedan directamente fuera del radar del Ministerio de Sanidad. El ámbito veterinario implica a otro ministerio bien diferente, el de Agricultura que, en demasiadas ocasiones, soporta no pocos condicionantes ajenos a la salud. La OMS, sin embargo, promueve el concepto ‘One health’ (solo existe ‘Una salud’). De hecho, advierte desde hace años que el 60% de las enfermedades infecciosas en humanos proceden del mundo animal (75%, si hablamos solo de las enfermedades emergentes). Pero en España seguimos sin considerar a los centros veterinarios como centros sanitarios y continuamos gravando con IVA la atención veterinaria. Seguimos lastrando por todo ello, tratamientos y actuaciones —como las desparasitaciones o las propias vacunaciones— de importancia crucial para la salud pública. Ahora, nos reiteramos en el error haciendo voluntaria una figura llamada a ser esencial para la salud de todos, como lo es la del veterinario de granja o explotación.
Siguiendo el principio global e integrador del ‘One health’ como fuente de inspiración, en el sector veterinario llevamos años alertando concretamente del peligro de la gripe aviar. Parece que ahora que el virus ha saltado a mamíferos, y que además lo ha hecho también a humanos, empezamos a ser conscientes de lo que podría ocurrir. Todos los expertos apuntan a que volveremos a tener una pandemia, y coinciden en que la gripe aviar es una perfecta candidata a ello. Esta enfermedad, como el COVID, el ébola, o tantas otras, procede de los animales silvestres, y es normalmente su contacto y adaptación a animales domésticos lo que dispara el riesgo de infección a las personas. En marzo de 2023 se confirmó la primera muerte humana en China por la variante AH3N8 y el pasado 5 de junio la OMS reportó en México el primer caso humano con idéntico fatal desenlace por gripe aviar AH5N2. Esto último ocurría semanas después de que otra cepa, también de gripe aviar —la H5N1—, se hubiera propagado en vacas lecheras de su vecino país norteño, EEUU. Hoy se especula con la posibilidad de que leche no pasteurizada haya sido el vehículo del contagio. El Gobierno de México se ha apresurado a desmentir a la OMS, en tildar simplonamente su comunicado de “bastante malo” y en remarcar que el final fatal de la persona positiva de AH5N2, se debió a “complicaciones derivadas de la diabetes y una falla renal”. En fin… No es corporativismo, es sentido común: ante la nueva amenaza de pandemia, el trabajo de campo de los veterinarios resulta más esencial que nunca.
Nuestro día a día, aquí en España y al otro lado del Atlántico, nos hace vivir cada vez más lejos del mundo rural. Nos referimos a ella lacónicamente como la “España vaciada” pero tal olvido encierra una problemática inmensamente más compleja que la amenaza de despoblación. En esa realidad, el trabajo de los veterinarios no solo resulta clave para fijar residentes y generar empleo, sino que, además, y en muchos casos, los veterinarios van a ser los únicos profesionales sanitarios presentes en tantos lugares remotos, de difícil acceso y menor paso. Nuestra visión urbanita no debería impedirnos apreciar que los problemas sanitarios nacen donde surge la oportunidad. No irrumpen donde nosotros queremos y estamos. Es en estos lugares de mayor contacto con fauna silvestre, y menor disponibilidad de medios y recursos, donde el riesgo se dispara. Ahí es donde los veterinarios, por mucho que queden fuera del SNS, suponen la primera línea de defensa para evitar enfermedades que al final acaban propagándose y afectándonos a todos, degenerando incluso en epidemias y pandemias de tan infausto recuerdo como la vivida no hace tanto.
Eso es lo que hace tan grave la falta de visión sanitaria del ministro de Agricultura, Luis Planas. Retirar la obligatoriedad del veterinario de explotación es —sin duda— una mala noticia para todos, un atentado contra la salud pública, contra el principio ‘One Health’. La veterinaria resulta esencial para desarrollar un plan sanitario e implementar medidas de bioseguridad en todas las granjas. Su intervención es clave para lograr la detección temprana de enfermedades con inmensos impactos en el ámbito ganadero y económico, como la enfermedad hemorrágica (EHE), o en el de la salud pública, como la misma gripe aviar. La estructura de ADS (Agrupaciones de Defensa Sanitaria), que inevitablemente suponen una atención parcial, no específica, se ha demostrado insuficiente. Transformando y no eliminando esta figura en voluntaria, el ministro logra al mismo tiempo complacer al sector ganadero —que se quejaba de esta exigente medida— pero también le hace responsable de las graves consecuencias que se deriven de su falta de implantación.
Los veterinarios creemos que tener un sector ganadero fuerte es crítico para cualquier país, más aún después de haber vivido los problemas para la importación de alimentos derivados de la pandemia, del bloqueo del Canal de Suez o de la guerra de Ucrania. Pero como sanitarios, también pensamos que esto no debería ser incompatible con que la ganadería esté más y mejor controlada. Promover la sanidad y el bienestar animal, la salud pública, y la protección medioambiental, interesa a toda la población, pero especialmente a la ganadería española. El veterinario de explotación brindaría al sector tranquilidad, mayor credibilidad, mejor reputación y claro, en tanto la sanidad animal es clave para mantener el suministro nacional y más aún las exportaciones, le permitiría también ganar competitividad.
Podemos entender la preocupación de los ganaderos, a quienes se les exige avanzar, dar más pasos sin ayuda ni auxilio, afrontar nuevos desafíos como el de la propia incorporación del veterinario de explotación. Una medida que no solo nos beneficia a todos sino también a nuestra salud, debería haber recibido mayor apoyo por parte de las administraciones. Pero es que la medicina preventiva que es también la veterinaria, como comenzaba diciendo, vende mal, peor si cabe justo después de movilizaciones —tan de justicia, por otro lado— como la de los agricultores, y se termina de indigestar cuando se plantea en época electoral. ¿Debemos seguir jugando a la ruleta rusa con la sanidad animal? “Habrá algún caso como mucho”, dijo Fernando Simón.