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MASCOTAS

Cómo abordar en veterinaria casos de estrés, miedo y ansiedad asociados a ruidos en gatos

El Grupo de Especialidad en Medicina del Comportamiento Animal de Avepa analiza los problemas de conducta asociados a sonidos en gatos, que admiten que son menos comunes en las clínicas por la dificultad de su detección

Los problemas de conducta asociados a sonidos se consultan habitualmente en la especie canina y de forma poco frecuente en la especie felina.
Los problemas de conducta asociados a sonidos se consultan habitualmente en la especie canina y de forma poco frecuente en la especie felina.

Cómo abordar en veterinaria casos de estrés, miedo y ansiedad asociados a ruidos en gatos

El Grupo de Especialidad en Medicina del Comportamiento Animal de Avepa analiza los problemas de conducta asociados a sonidos en gatos, que admiten que son menos comunes en las clínicas por la dificultad de su detección

Redacción - 05-02-2024 - 13:09 H - min.

Los problemas de conducta asociados a sonidos se consultan habitualmente en la especie canina y de forma poco frecuente en la especie felina. Una de las causas es que las manifestaciones de miedo en los gatos son difíciles de identificar, o bien el tutor no las interpreta correctamente.

Por ello, la veterinaria Pilar García Belmonte ha publicado un artículo en la web del Grupo de Especialidad en Medicina del Comportamiento Animal (Gemca) de la Asociación de Veterinarios Españoles Especialistas en Pequeños Animales (Avepa) para abordar este problema.

En este sentido, recuerda que algunas investigaciones ya estudiaron el efecto de los ruidos fuertes sobre la conducta de perros y gatos y encontraron que el 60% de los gatos mostraba miedo a los truenos y a los disparos, manifestando, entre otros signos, nerviosismo, tendencia a esconderse y vocalizaciones.

“Los gatos con miedo a ruidos (fuegos artificiales, truenos, etc.) pueden esconderse, y podría suceder, por ejemplo, que el tutor no sea consciente del problema porque el gato se esconde fuera de casa”, señala.

Asimismo, los ruidos fuertes y de baja frecuencia son muy difíciles de localizar para los gatos, lo que les hace difícil una respuesta de escape eficaz. “Un gato realmente asustado puede entrar en un estado de inhibición conductual, quedándose muy quieto hasta que la amenaza haya desaparecido”, indica.

La respuesta de “congelamiento” o si el gato tiene un mayor comportamiento de acicalamiento (tratándose en este caso de una conducta de desplazamiento o un intento de autoapaciguamiento), explica la veterinaria, puede llevar a interpretaciones erróneas por parte del tutor.

AUDICIÓN FELINA Y CARACTERÍSTICAS DEL SONIDO

Sobre el funcionamiento del oído del gato, la experta señala que estos animales tienen uno de los rangos de audición más amplios de los mamíferos: entre 45 Hz y 65-85 kHz (según la fuente consultada), con habilidad para detectar los sonidos tanto de alta como de baja frecuencia.

“Este rango les permite comunicarse con su especie y detectar los sonidos que emiten sus presas. Tiene una menor capacidad que las personas para detectar diferencias de tono e intensidad y sonidos de muy corta duración, eso podría explicar la variedad de tipos de maullidos que han desarrollado y que las personas pueden percibir”, apunta.

Además, a diferencia de otras especies (por ejemplo, las personas) pueden oír simultáneamente cientos de sonidos y analizarlos por separado. “Toleran una cacofonía de sonidos que a nosotros nos resultaría ensordecedora”, afirma.

Así, señala que, para las personas, un ruido superior a 70 dB se considera fuerte; superior a 100 dB, muy fuerte, y superior a 120-140 dB, doloroso. “Los perros expuestos a 95 dB muestran comportamientos relacionados con el estrés, como sacudidas, levantamiento de patas, aumento del ritmo cardíaco y lamido de labios. Si extrapolamos estos datos y lo aplicamos a la especie felina, podemos considerar un ruido fuerte el superior a 70 dB”, explica.

“La percepción que tiene el gato sobre un estímulo o una situación depende de una variedad de factores: genética del animal, experiencias durante el desarrollo, socialización, incidentes traumáticos puntuales, estado fisiológico, la anticipación de eventos desagradables e incluso el contexto concreto en el que se encuentra el animal”, señala.

En este sentido, apunta que los gatos que viven en libertad y en entornos variados están expuestos a muchos estímulos diferentes y es probable que tengan un desarrollo neuropsicobiológico distinto al gato que vive exclusivamente en el interior de una casa. “En este último caso, la exposición restringida a estímulos puede aumentar su miedo a los ruidos, por ejemplo, o comprometer su capacidad para enfrentarse a situaciones nuevas”, advierte.

SIGNOS DE ESTRÉS, MIEDO Y ANSIEDAD A SONIDOS Y PROBLEMAS DE CONDUCTA ASOCIADOS EN GATOS

Para la veterinaria, el repaso de las definiciones de estrés, distrés, miedo y ansiedad serán de ayuda para entender mejor los signos y problemas de conducta asociados. “El estrés se define como las respuestas cognitivas, emocionales y somáticas complejas que se dan ante estímulos agradables y aversivos; su objetivo es mantener la homeostasis fisiológica y psicológica y debe considerarse una respuesta normal y saludable a corto plazo”, indica.

Por su parte, explica que el distrés ocurre si la respuesta de afrontamiento al estrés es incapaz de eliminar la fuente de miedo o ansiedad durante un periodo prolongado; tiene efectos nocivos.

Asimismo, el miedo es una emoción que induce una respuesta adaptativa que permite al animal evitar situaciones y actividades que podrían ser peligrosas. Es normal y apropiado en determinadas situaciones.

Por último, la ansiedad es la respuesta emocional a un estímulo o amenaza anticipado o no identificable. También puede ser el resultado de la incapacidad de escapar o controlar situaciones que provocan una respuesta inicial de miedo.

Algunos de los signos de conducta de los gatos asociados al estrés, el miedo o la ansiedad son: la postura defensiva, la huida, esconderse, el comportamiento retraído, reticencia a salir al exterior, el acceso a zonas inaccesibles de la casa, la disminución de la interacción con personas y la disminución del interés por el juego.

No obstante, admite que reconocer estos signos, en ocasiones, puede resultar difícil. “Los gatos que tienen miedo a ruidos fuertes pueden esconderse o entrar en estado de inhibición. En casos extremos, los gatos miedosos pueden dejar de salir al exterior o llegar a formar vínculos anormales con sus propietarios y mostrar conductas relacionadas con la separación”, señala.

“Los gatos con miedo, también pueden exhibir signos somáticos como taquicardia, dilatación pupilar, taquipnea, piloerección, inapetencia o vómitos. El estrés, el miedo y la ansiedad están asociados a diferentes problemas de conducta que sí preocupan a sus tutores o ponen en compromiso el bienestar del propio animal, como la agresividad, los problemas de eliminación o la pica”, añade.

TRATAMIENTO Y PREVENCIÓN DEL MIEDO A RUIDOS

En lo referente a las estrategias de tratamiento, estas incluyen reducir la percepción de los estímulos sonoros que disparan la emoción de miedo, adaptar el entorno del animal para que cubra sus necesidades y ofrezca zonas seguras o de escape que le ayuden en la previsión y el control de la situación y la modificación de conducta en la que se trabaje la exposición controlada a los sonidos, estimando las precauciones necesarias para que el gato no muestre respuestas agresivas hacia personas o animales cercanos.

También se contempla la prescripción de feromonas, suplementos nutricionales y fármacos ansiolíticos pueden complementar o ser imprescindibles en el tratamiento. Estos se utilizarán en función de los signos asociados y de cómo afecte el problema al bienestar del paciente.

“Es esencial una cría adecuada que abarque desde el periodo gestacional hasta el destete, evitando el destete precoz”, defiende. Durante la socialización (2 a 7-9 semanas de vida) es necesaria la exposición a una amplia gama de sonidos y a las actividades domésticas comunes.

Asimismo, sostiene que la exposición debe realizarse en entornos seguros y agradables para el animal, comenzando con estímulos de baja intensidad aumentándola de forma progresiva. Los ejercicios deben ser de corta duración. Es muy positivo que los gatitos crezcan en entornos ricos en estímulos. “Los estímulos novedosos o que puedan provocar miedo deben introducirse con cuidado para no aumentar el miedo”, advierte.

Por último, recuerda que cubrir las necesidades y requerimientos de la especie felina y la implementación del enriquecimiento ambiental es básico para que el gato pueda ejercer control sobre el entorno.

“La observación y el conocimiento de las conductas felinas o los cambios en sus comportamientos rutinarios serán la clave para detectar el estrés, el miedo y la ansiedad asociada a ruidos”, afirma.

Además, sostiene que conocer cómo percibe el gato los estímulos del entorno es fundamental para ofrecerles un ambiente agradable en el que vivir. “En la especie felina el rango de frecuencias auditivas supera al de los humanos y eso nos impide evaluar las implicaciones del ruido de alta frecuencia para su confort”, señala.

Por lo tanto, la intensidad del sonido debería estar por debajo de 60 dB (nivel de conversación tranquilo) si no se quiere someter a los gatos a una fuente de estrés frecuente y prolongada, ya que son las más peligrosas para la salud y el bienestar a largo plazo.

“En ocasiones un gato con miedo puede reaccionar con agresividad. La agresividad por miedo se produce cuando un gato está expuesto a un estímulo que percibe como una amenaza, por ejemplo, un sonido que por su frecuencia, intensidad o impulsividad pueda resultar aversivo. Si el gato se asusta por un estímulo sonoro puede dirigir la agresión hacia una persona o animal cercano, mostrando una agresividad redirigida”, indica.

De hecho, señala que las dos causas más comunes de la agresividad redirigida en gatos son los ruidos fuertes y otros gatos. Además, los gatos que mostraron agresividad redirigida eran más propensos a presentar fobias a ruidos que los gatos control.

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