La veterinaria María Fuencisla Martínez, especialista en etología, analiza la comunicación de los perros y cómo entender mejor a estos animales de compañía
Claves para entender la comunicación canina
La veterinaria María Fuencisla Martínez, especialista en etología, analiza la comunicación de los perros y cómo entender mejor a estos animales de compañía
Redacción - 03-01-2022 - 14:59 H - min.
La especie canina es altamente social y necesita vivir en grupos. La cohesión de dichos grupos va a depender en gran medida del lenguaje. La comunicación dentro del grupo social es imprescindible para evitar conflictos y mantener la armonía dentro del mismo.
Debido a su integración en la sociedad derivada del proceso de domesticación, los humanos se han convertido en parte de sus grupos sociales. Esto pone sobre la mesa la importancia de entender el lenguaje corporal y vocal canino con el fin de llegar a un mejor entendimiento y convivencia, sin dejar de lado el valor de conocer la existencia del lenguaje olfativo.
Por ello, el Grupo de Especialidad en Medicina del Comportamiento Animal (GEMCA) de la Asociación de Veterinarios Españoles Especialistas en Pequeños Animales (Avepa) ha publicado un artículo de la veterinaria especialista en etología María Fuencisla Martínez del Barrio, para ayudar a entender lo que los perros “dicen” usando su cuerpo y su voz tanto para comunicarse entre ellos como con las personas.
En este sentido, la veterinaria explica que el lenguaje corporal se forma por todos los cambios en la posición de diferentes áreas del cuerpo del perro. Desde la cola hasta las orejas, todo está diseñado para moverse e informar de lo que el perro está sintiendo en cada momento. “Puede expresar emociones positivas (por ejemplo: cola alta o media con movimientos amplios en abanico) o emociones negativas (por ejemplo: cola muy alta, recta y realizando movimientos muy cortos)”, señala.
Los perros se comunican de manera constante a través de su cuerpo pero no todos lo harán exactamente de la misma manera. Las señales que nos interesa conocer para saber si nuestro perro se está sintiendo incómodo o amenazado ante una situación son las señales de apaciguamiento.
Estas son girar la cabeza; desviar la mirada o el cuerpo entero; relamerse; bostezar; comenzar a olisquear de manera súbita; rascarse; escarbar; y sacudirse.
Todo esto puede ir acompañado de una postura corporal baja (el perro quiere hacerse pequeño): cola baja, que puede permanecer quieta o moverse rápidamente en movimientos no amplios sin que esto indique, necesariamente, alegría; orejas hacía atrás; dilatación de pupilas; ojo de ballena, veremos gran parte de la esclerótica del ojo del perro (parte blanca); dilatación de pupilas y comisura labial estirada.
Si bien es cierto que, en ocasiones, podemos tener posturas más ambivalentes en las que el perro comience a mostrar conductas más ofensivas (o más claras) cuando las previas no han surtido efecto para hacer parar la situación. Estas pueden ser retracción labial llegando o no a enseñar los dientes; gruñido, intentar morder y morder.
“Esta lista de señales forma parte de lo que se conoce como ‘La Escala de la Agresión’. Los últimos puntos descritos son los considerados “agresivos” pero no debemos tomarlos como un desafío, sino como la manera que el perro tiene de decirnos cómo se siente. Ante la presentación de cualquiera de estas señas es importante encontrar la razón que lo incomoda y buscar una alternativa”, remarca la veterinaria.
El lenguaje vocal canino ha evolucionado notablemente durante el proceso de domesticación, es decir, los perros muestran un uso mayor del lenguaje vocal de lo que lo hacen otros cánidos. Ahora mismo se distinguen más de 10 señales vocales: aullido, silbido, gemido, maullido, resoplido, jadeo, grito, gimoteo, gañido, gruñido y ladrido.
Así la veterinaria subraya que las señales que tienen un mayor impacto en la convivencia son gruñidos y ladridos. “Sin duda alguna, si algo hace saltar las alarmas de cualquier persona es el gruñido de un perro. De manera automática se activan todas las alarmas y se comienza a pensar que el perro es “malo” o “agresivo””, apunta la experta en etología.
Por el contrario, el gruñido es un ruido elemento de comunicación que puede usarse en contexto positivo (juego o saludo) y contexto negativo, como señal defensiva o de alerta ante una situación amenazante.
La mejor manera de diferenciar uno de otro es observando el lenguaje corporal del perro. Por ejemplo, si se trata de un contexto de juego podremos ver antes o durante el gruñido señales de juego (postura estática con la grupa hacia arriba y las patas delanteras apoyadas en el suelo o moverse hacia los lados en esta posición).
“En cambio, si hemos visto o vemos señales de apaciguamiento junto con el gruñido, se tratará más probablemente de una situación de alerta para el perro. Podríamos decir que busca dejar “más claro” que lo que ocurre no le gusta, le incomoda y/o le da miedo”, explica.
Los ladridos son sonidos intensos y de estructura variable cuyos componentes armónicos varían en función del contexto en el que se producen. Esto quiere decir que un perro puede ladrar en un contexto positivo como el juego o negativo como una amenaza.
Aquellos más agudos (tonos más altos) normalmente están asociados a juego, saludos o necesidad de reencuentro (como por ejemplo los ladridos efectuados en los trastornos relacionados con la separación). Por contrapartida, los ladridos más graves (tonos más bajos) se relacionan con la presencia de una amenaza (por ejemplo, ante un extraño).
Dentro de la especie canina podremos encontrar perros que hacen un mayor uso del lenguaje vocal que otros, tanto en contextos positivos como negativos.
Los estímulos olfativos presentan un papel fundamental en el control de la conducta. Dentro del cerebro se encuentra el bulbo olfatorio (más grande en perros que en personas) encargado de recibir toda la información olfatoria recogida por las terminaciones nerviosas que se encuentran en la mucosa olfatoria de la nariz. Desde el bulbo olfatorio se envían proyecciones a la amígdala olfatoria encargada del reconocimiento individual, la conducta agresiva, sexual, maternal y de alimentación.
Los perros poseen una superficie de mucosa olfatoria de 75 a 150 cm2 (Los humanos tenemos entre 2-10cm2) llena de receptores olfativos que recogen la información del ambiente. Esto les confiere una sensibilidad extraordinaria a los olores. Dicha sensibilidad se vuelve más compleja con su capacidad de detectar la procedencia de un olor a partir de la diferencia temporal entre la llegada de dicho olor a cada uno de los orificios nasales.
“Por si fuera poco, poseen un órgano olfatorio extra denominado órgano vomeronasal o de Jacobson que se encuentra situado sobre el septo nasal y cuya función es detectar las feromonas y llevar el mensaje a estructuras superiores del sistema nervioso central”, señala la veterinaria.
Las feromonas son sustancias químicas volátiles capaces de transmitir información a otros individuos de la misma especie provocando cambios en su fisiología y conducta. Por lo tanto, tienen una alta implicación en la conducta social y sexual de los perros.
Los perros emiten feromonas a través de la orina y las heces, pero también de diferentes glándulas sebáceas situadas en región auricular, vaginal, prepucial, mamaria, labial, perianal y podal.
Cada una tiene funciones comunicativas específicas, como por ejemplo: Las feromonas eliminadas en la zona mamaria mandan un mensaje de tranquilidad y seguridad; Las feromonas que se encuentran en la orina transmiten información sexual y social; Las feromonas eliminadas a través de la zona de las orejas, la boca o la zona perianal tienen una función de reconocimiento individual; y, aunqueno podamos ser partícipes de este lenguaje es interesante comprender la importancia que tiene en su interacción con el mundo y permitir su expresión siempre que sea posible.
“Aprender el lenguaje canino puede ser como aprender cualquier otro idioma. Requiere tiempo y mucha observación de aquellos que lo dominan a la perfección. Entenderles es el mejor camino para mejorar su experiencia en el centro veterinario y garantizar una buena convivencia con la familia”, concluye la veterinaria.